La libertad es tan difícil de conseguir como fácil de perder.

Dios nos dio la voluntad; la voluntad, la libertad, y ésta, el mercado.El mercado nos hizo libres, y el Estado nos llevó a la esclavitud.

Trabajador, si los políticos nada más ayudan a los empresarios, ¡HAZTE EMPRESARIO!

miércoles, mayo 26, 2010

Respondiendo a Julio Anguita: de los señores mercados y el plusvalor-trabajador

Un amigo me envía este vídeo con una palabra: Anacocapitalismo.

¿CLASES DE CONOCIMIENTO ECONÓMICO O VOLUNTAD DE ENGAÑAR?

Intervenciones de Julio Anguita en 59 Segundos



Respuestas a Julio Anguita:

- La primera pregunta retórica de Julio Anguita es "¿quién elige a los mercados? Esto lesiona el principio democrático. Los políticos deben acostumbrarse a obedecer a los mercados."

Los mercados no se eligen no es una organización, no es un club elitista, porque están compuestos por todos los ciudadanos libres. Es el "ente" más democrático y perfecto existente en toda la Historia. Cuando digo que todos formamos parte de él es cierto, Anguita, tú formas parte del mercado aunque no te guste, todos somos a la vez oferta y demanda: empresas, autónomos, trabajadores, pensionistas, niños, jóvenes, y hasta los políticos forman parte del mercado cuando eligen vivir en La Moraleja y no en Leganés.

-La segunda cuestión para sostener la primera es que a "los dirigentes los elegimos nosotros, pero quién elige a los bancos, a las agencias de rating, a los fondos de inversión..."

Lo primero es qué YO NO ELIJO A ZP O A RAJOY, por lo que ese principio democrático no se respeta en la política. Partiendo de esto, en el mercado LAS PERSONAS SI ELIGEN TODOS LOS DÍAS: eligen con que banco trabajan, eligen si meten su dinero en algún fondo o lo invierten en Bolsa directamente, en depósito a plazo fijo, variable, mixto... la pregunta que habría que hacerle a Anguita es que diga claramente que no quiere que existan bancos ni fondos de inversión y que, por lo tanto, no quiere que la gente elija qué hacer con su dinero. Es esto lo que realmente les duele, que la gente gestione su dinero a su coste y riesgo.

- Tercero, Julio Anguita dice que está en riesgo el sistema democrático porque los políticos elegidos se "dejan manipular" por los que no son elegidos, tomando estos últimos (entendemos que son la Alta Banca, Multinacionales, etc...) las decisiones por y contra los ciudadanos ("nosotros"), y siendo estas acatadas por los Gobiernos, planteando el primer problema que existe.

Voy a estar de acuerdo con Anguita en un punto, está muy mal que los políticos acepten decisiones de los bancos siendo estas contraproducentes para los ciudadanos. Esta es la lacra que padecemos por vivir en Estados tan socializados, donde politicuchos toman decisiones condicionadas por interés particulares en contra de sus conciudadanos. Esto se soluciona si los políticos tuvieran menos poder, y fueran los propios ciudadanos los que tomaran cada uno bajo su responsabilidad con que banco, fondo o empresa tener relaciones mercantiles. ESTO SERÍA LO DEMOCRÁTICO. El sistema democrático esta en peligro desde el momento que los ciudadanos no eligen a sus representantes, desde el momento en que los partidos políticos son estructuras cerradas donde los "aparatos" mandan. Estos aparatos si que son los que nunca han ido a las urnas ni interna ni externamente; este es el puñal clavado por donde se desangra la democracia occidental.

- Lo cuarto de lo que se queja es que los recortes de ZP han afectado a los funcionarios, las pensiones y al gasto público que crea empleo; y no ha ido, en cambio, a por las SICAV y empresas. Critica que desde la UE ha apoyado estas medidas porque son presionados por "los mercados" y continua su férreo ataque contra los "mercados": "hasta que a los mercados no se les pongan firmes y se le diga que el poder demócratico está por encima...mandarán los bancos, las empresas de colocación, los inversores...que sí,que son los que prestan." Por esto la Unión Europea no está cumpliendo con sus objetivos integrados como una Unión Europea Unida.

Este punto es muy ilustrativo. Primero, ya deja claro que para él los mercados son los bancos (son los que prestan). Segundo, quiere que los políticos los limiten (a los bancos), es decir, que sean intervenidos y estén sujetos a lo que digan los políticos y no los administradores, economistas asalariados, accionistas o clientes. Tercero, se queja de que la UE (y gobernantes de los Estados miembros) apoye las medidas de recorte planteadas por ZP, pero que no vayan a favor de que los mercados (ahora hay que incluir a los "ricos") sean gravados con más impuestos.; pero va a más, y dice que la UE no es UE de verdad porque no tiene un poder para tomar decisiones que afecten a todos los Estados miembros.
Señor Anguita, ¿ahora se olvida del principio democrático? ¿No hemos votado a nuestros gobernantes para que tomen decisiones aunque no nos gusten? o ¿es que además tienen que tomar las decisiones que tú quieras?
Pero es que confunde mercado con sector financiero (y a estos le achaca decisiones de los politicos a través de los Bancos Centrales), o nos intenta confundir, porque en su fuero interno sabe que los mercados libres funcionan mejor que intervenidos y que significan más poder a los ciudadanos y menos a los políticos. Es decir, es más DEMOCRÁTICO.

- La economía es politica, y no se puede plantear la Economía como una Ley que está fuera de las decisiones de los seres humanos...Keynes... le metio mano al capital, con el beneplacito del capital, porque sabía que tenía que salir, llegando a gravar el 95%, se salió, ... los trabajadores han creado el plus valor, riqueza, el origen está en el trabajador, y con la historia del mercado, de la economía, como si fuera una ciencia asexuada..."

Keynes metió mano al capital porque le interesaba a los políticos. Detrás de las medidas keynesianas entraba la intervención estatal (los políticos).
La Economía está por encima de la política, y si no por encima, a lado. Sin unas cuentas saneadas y sin liquidez no se puede hacer nada, ni en el mercado ni en la política.
Una medida política no sirve de nada si la economía no la sustenta, por eso es tan grande el Estado y su poder, porque cada vez los políticos necesitan más dinero para llevar a cabo sus medidas, coartando y robándoselo a los bolsillos de los ciudadanos. Necesitan resultados para que los electores les voten cada 4 años y puedan seguir anclados en el sillón.
Es hora de que los ciudadanos nos demos cuenta de que somos nosotros los que pagamos a los políticos y sus proyectos, y que ese coste no nos permite cubrir necesidades o deseos que quisieramos realizar.

Es precisamente la puesta en práctica del keynesianismo y la aparición del Estado de Bienestar, el que ha producido que la economía sufra ciclos de superávit y déficit con crisis. La crisis que estamos pasando es una crisis sistémica, por supuesto, pero del sistema socialista (intervenido) en el que vivimos. Estamos en un sistema económico intervenido y se darán cuenta cuando se respondan a estas preguntas:
¿Para qué sirven los Bancos Centrales y quiénes los manejan? ¿Quién establece el tipo de interés de préstamo de los Bancos Centrales? ¿Quién decide dar subvenciones, ayudas, dinero?
Los políticos. Son estos lo que manipulan la economía a su antojo, a nuestro coste y riesgo.


-"¿Entonces para qué hay elecciones? Porque cuando yo voto, voto a alguien para que nos gobierne, pero luego hay unos señores llamados mercados y se imponen a los gobiernos "
"Marx será una antigüaya pero una cosa es cierta, sin trabajador no hay riqueza, no hay plusvalía" "Una empresa puede funcionar hasta sin director, como sea, pero no sin trabajadores, que son los que crean el plusvalor".

Para enmarcar.
Da igual que no haya empresa, ni empresario, ni idea, ni producto que producir, mientras haya trabajadores que trabajen. Parece que Anguita nada más fue a la clase en la que se dió el plusvalor de los trabajadores.
Le recomiendo al señor Anguita que asista a alguna clase de economía, pero no sólo dos tardes.


La última intervención en el apartado económico es relativa a la reforma laboral. Se puede responder con el artículo sobre el despido libre que publiqué hace unos días.

jueves, mayo 20, 2010

Descubriendo porqué es necesario el abaratamiento del despido o el despido libre

No se si fue por inspiración divina, por lo obvio del razonamiento o porque después de tantos meses martilleándonos con la idea, el cerebro sirve para algo y, de repente, surge el argumento.

Ya he comprendido porque un abaratamiento del despido o incluso el despido libre es mucho mejor para los trabajadores y para los parados que la protección laboral de sus contratos, aunque pueda parecer lo contrario. Ahí es .

Patronal y expertos, economistas o no, pregonan a los cuatro vientos que es necesario una reforma del sistema laboral español. Proponen crear nuevos tipos contractuales, reducir los costes por despido o incluso el despido libre. Visto así, suena muy pro-empleador (empresario); por lo que no es extraño que las hordas sociales tiren directamente al casillero de "No válidas" estas propuestas, y no se pase a una etapa de análisis de la crisis laboral que padecemos.

Entrando en la cuestión, y dejando de lado que el despido libre o muy barato, de primera vista, sólo beneficia a los empresarios, hay que aclarar que quién da trabajo es la empresa (empresarios, ni sindicatos ni políticos...¿o sí?). En España, el 90% de la empresas que dan trabajo son PYMES y no grandes multinacionales "egoístas y endemoniadas", son pequeños empresarios los que se juegan su dinero para producir y dar trabajo a otros.
Por lo tanto, si ese pequeño empresario va bien, sus trabajadores seguirán trabajando e irán, generalmente, bien (entendemos que es mejor para una persona trabajar que estar sin trabajo).

Por despido libre vamos a entender que el empresario no va a tener que compensar económicamente al trabajador que despide.
Por despido muy barato vamos a entender que el empresario va a tener que compensar económicamente al trabajador que despide, pero pocos días por año trabajado.

¿Por qué estas dos fórmulas favorecen a los trabajadores si no van a tener una compensación si los despiden?

La primera respuesta puede ser porque seguirán trabajando.
El empresario, en estos tiempos de crisis que corren, piensa si le conviene seguir teniendo a ese trabajador en plantilla. Sopesa costes y riesgos.
Con la actual regulación laboral, el empresario despide al trabajador, le paga la indemnización y a la calle. No le compensa tener al trabajador otro año más en su empresa porque no sabe como va a estar la situación económica el año que viene, y mantenerlo significaría que tendría que pagarle los 40 días más por ese año de más trabajado. Por prudencia lo despide, no le salen las cuentas.

Con un despido muy barato o libre, al empresario le da igual mantener al trabajador en su empresa porque el cálculo, llegado el caso de tener que despedirlo, no le va a suponer un aumento serio en los gastos (despido libre); o porque en el cálculo realizado en el año 0, con una indemnización de pocos días, le entra en las cuentas de resultados a más empresas los pocos gastos que significarían el despido.

Otra respuesta posible es que producirá un aumento de la contratabilidad o el cambio de mentalidad de los empresarios para contratar indefinidamente. Si los empresarios no tienen que calcular costes futuros de indemnizaciones serán más propensos a contratar, por lo que aumentaría el número de trabajadores.

La oposición sindical y socialista es muy lista, (y aplica ya el despido libre a sus trabajadores) no sólo exigen que haya trabajo, sino que el trabajo no sea precario, no haya contratos basuras y que los trabajadores tengan las mejores condiciones posibles siempre. El problema es, y lo ponía entre paréntesis más arriba, por qué entendemos que es lo mejor para el trabajador: trabajar sea como sea o estar en el paro. Para los sindicatos, lo mejor es que los trabajadores que estén trabajando conserven sus empleos con condiciones excelentes, acosta de que existan 5 millones de parados, esos no les importan.

Me imagino y es normal que surja la siguiente pregunta:

¿Qué podrán hacer los trabajadores si no tienen la indemnización después de estar trabajando muchos años? ¿De qué viven?

Ahorrar.

Ahorrar significa que los trabajadores (en general, los ciudadanos) preveen que necesitan recursos para el futuro y guardan parte de los recursos actuales para satisfacer necesidades futuras. Piensan en su situación actual y la que puedan tener dentro de un tiempo, y actúan responsablemente proveyéndose y no malgastando el dinero conseguido (endeudándose).

Si la tónica general de los trabajadores fuera ésta, el aumento de ahorro produciría que surgieran en el mercado soluciones para satisfacer esa demanda: fondos de ahorro, seguros de desempleos... que competirán para satisfacer a los trabajadores ahorradores.
A su vez, esta aparición de oferta generará que los trabajadores busquen lo mejor para su dinero, aumentando el conocimiento de los mercados financieros y de seguros, la cultura económica y de la responsabilidad.

Espero que ayude esta reflexión a otros "buscadores del bien social" a entender la propuesta del despido libre o abaratar el despido.

Porque no haya 5.000.000 de españoles sin trabajo,

¡DESPIDO LIBRE YA!

miércoles, mayo 19, 2010

Práctica del sistema socialista en la Empresa-La Rebelión de Atlas-

Tenía pensado publicar una pequeña reflexión sobre el abaratamiento del despido. Lo dejo para más adelante.

He empezado a leer un artículo con fragmentos de la novela "La Rebelión de Atlas" de Ayn Rand alrededor de la frase: "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad" publicado en Liberalismo.org que quiero trasladar a este blog.

Tal cual lo copio.

Fragmento de la novela "La rebelión de Atlas", reeditada en Argentina por la editorial Grito Sagrado. Puede adquirise en las direcciones aportadas por la web del libro.

-En la fábrica donde trabajé veinte años ocurrió algo extraño. Fue cuando el viejo murió y se hicieron cargo sus herederos. Eran tres: dos hijos y una hija que pusieron en práctica un nuevo plan para dirigir la empresa. Nos dejaron votar y todo el mundo, o casi todo el mundo, lo hizo favorablemente, porque no sabíamos en realidad de qué se trataba. Creíamos que ese plan era bueno, o mejor dicho, pensamos que se esperaba de nosotros que lo creyésemos bueno. Consistía en que cada empleado en esa fábrica trabajaría según su habilidad o destreza, y sería recompensado de acuerdo a sus necesidades. Nosotros... pero ¿qué le ocurre, señora? ¿Por qué me mira de ese modo?

-¿Cómo se llamaba esa fábrica? – preguntó Dagny con voz apenas perceptible.

-Twentieth Century Motor Company, señora. En Starnesville, Wisconsin.

-Continúe.

-Votamos por el plan en una gran reunión a la que asistimos unos seis mil, es decir, todos los que trabajábamos allí. Los herederos de Starnes pronunciaron largos discursos, no demasiado claros, pero nadie hizo preguntas. Ninguno estaba seguro de cómo funcionaría ese plan, pero todos pensábamos que nuestros compañeros lo habían comprendido. Si alguien tenía dudas al respecto, se sentía culpable y debía mantener la boca cerrada, porque todo aquel que se opusiera al plan hubiese parecido un desalmado, al que no era justo considerar humano. Nos dijeron que aquel plan significaba la concreción de un ideal muy noble. ¿Cómo íbamos a pensar lo contrario? ¿No habíamos oído decir durante toda nuestra vida, a nuestros padres y maestros, y a los pastores religiosos, leído en todos los periódicos y visto en todas las películas, y escuchado en todos los discursos públicos que aquello era recto y justo? Quizá nuestra conducta en la reunión podía ser comprensible hasta cierto punto. Votamos por el plan, y conseguimos lo previsto. Usted sabe, señora, que quienes trabajamos durante los cuatro años del plan en la fábrica Twentieth Century somos hombres marcados. ¿Qué se supone que es el infierno? Maldad, pura y simple, ¿verdad? Pues bien, eso es lo que vimos allí y lo que ayudamos a construir. Creo que estamos condenados por eso y quizá no se nos perdone nunca...

"¿Sabe cómo funcionó aquel plan y cuáles fueron sus efectos en nosotros? – continuó explicando el vagabundo –. Es como verter agua en un depósito en cuya parte inferior hay un caño por el que se vacía con más rapidez de la que usted lo llena y cada balde que echa dentro ensancha ese desagüe cada vez más, entonces cuanto más uno duramente trabaja, más se le exige; primero trabaja cuarenta horas semanales, luego cuarenta y ocho, y, más tarde, cincuenta y seis, para pagar la cena del vecino, la operación de su mujer, el sarampión del niño, la silla de ruedas de su madre, la camisa de su tío, la educación de su sobrino, o para el niño que ha nacido en la casa de al lado, o el que va a nacer; en fin para cuantos lo rodean, y que han de recibirlo todo, desde pañales a dentaduras postizas, mientras uno trabaja desde el amanecer hasta la noche, un mes tras otro y un año tras otro, sin tener más para mostrarles a esas personas que el propio sudor, sin otra expectativa que la complacencia de los demás para el resto de su vida, sin descanso, sin esperanza, sin fin... De cada uno según sus capacidades, para cada uno de acuerdo con sus necesidades...

"Nos dijeron que formábamos una gran familia, que todos participábamos en la empresa juntos, pero no todos trabajábamos ante la luz de acetileno diez horas diarias, ni padecíamos a la vez un dolor de vientre. ¿Cómo establecer, de un modo exacto, la capacidad de unos y las necesidades de otros? Cuando todo se hace en común, no es posible permitir que cualquiera decida sobre sus propias necesidades, ¿verdad? Si lo hace, pronto acabará pidiendo un yate, y si sus sentimientos son los únicos valores en que podemos basarnos, nos demostrará que es cierto. ¿Por qué no? Si no tengo derecho a tener un auto, hasta que caiga en una sala de hospital por haber trabajado para proporcionarle un coche a cada holgazán y a cada salvaje del mundo, ¿por qué no puede exigirme también un yate, si aún sigo de pie, si no he colapsado? ¿No? ¿Por qué no? Y entonces, ¿por qué no exigirme también que prescinda de la crema de mi café, hasta que él haya podido pintar su habitación...? ¡Oh, bien!... Acabamos decidiendo que nadie tenía derecho a juzgar sus propias necesidades o sus propias convicciones, y que era mejor votar sobre ello. Sí, señora, votábamos en una reunión pública que se celebraba dos veces al año. ¿De qué otro modo podíamos hacerlo? ¿Imagina lo que sucedía en semejantes reuniones? Bastó una sola para descubrir que nos habíamos convertido en mendigos, en unos mendigos de mala muerte, gimientes y llorones, ya que nadie podía reclamar su salario como una ganancia lícita, nadie tenía derechos ni sueldos, su trabajo no le pertenecía sino que pertenecía a ‘la familia’, mientras que ésta nada le debía a cambio y lo único que podía reclamarle eran sus propias ‘necesidades’, es decir, suplicar en público un alivio a las mismas, como cualquier pobre cuando detalla sus preocupaciones y miserias, desde los pantalones remendados al resfriado de su mujer, esperando que ‘la familia’ le arrojara una limosna. Tenía que declarar sus miserias, porque eran las miserias y no el trabajo lo que se había convertido en la moneda de aquel reino, así que se convirtió en una competencia de seis mil pordioseros, en la que cada uno reclamaba que su necesidad eran peor que la de sus hermanos. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? ¿Quiere saber lo que ocurrió? ¿Quiere saber quiénes mantuvieron la calma, sintiendo vergüenza y quiénes se aprovecharon de la situación?

"Pero eso no fue todo. En la misma reunión se descubrió otra cosa. La producción de la fábrica había disminuido en 40 por ciento en el primer semestre, y se llegó a la conclusión que alguien no había trabajado ‘de acuerdo con su destreza o capacidad’. ¿Quién era? ¿Cómo averiguarlo? La ‘familia’ votó también sobre eso. Así se determinó quiénes eran los más capacitados, y a éstos se los sentenció a trabajar horas extra cada noche durante los siguientes seis meses. Horas extras sin paga, porque no se pagaba por el tiempo trabajado, ni por la tarea realizada, sino tan sólo según las necesidades.

"¿Quiere que le cuente lo que sucedió después? ¿Y en qué clase de seres nos fuimos convirtiendo, los que alguna vez habíamos sido seres humanos? Empezamos a ocultar nuestras capacidades y conocimientos, a trabajar con lentitud y a procurar no hacer las cosas con más rapidez o mejor que un compañero. ¿Cómo actuar de otro modo, cuando sabíamos que rendir al máximo para ‘la familia’ no significaba que fueran a darnos las gracias ni a recompensarnos, sino que nos castigarían? Sabíamos que si un sinvergüenza arruinaba un grupo de motores, originando gastos a la compañía, ya fuese por descuido o por incompetencia, seríamos nosotros los que pagaríamos esos gastos con horas extra y trabajando hasta los domingos. Por eso, nos esforzamos en no sobresalir en ningún aspecto.

"Recuerdo a un joven que empezó lleno de entusiasmo por ese noble ideal, un muchacho brillante, sin estudios, pero con una inteligencia asombrosa. El primer año ideó un plan de trabajo que nos ahorró miles de horas-hombre y lo entregó a ‘la familia’, sin pedir nada a cambio, aunque tampoco hubiera podido hacerlo. Se portó como creía correcto, lo hacía por el ideal, según dijo. Pero cuando en una votación lo declararon el más inteligente de todos, y lo sentenciaron a trabajar de noche porque no habíamos conseguido extraerle aún lo suficiente, cerró la boca y el cerebro. Le aseguro que el segundo año no aportó ninguna idea nueva.

"¿Qué era eso que siempre nos habían dicho acerca de la competencia descarnada del sistema de ganancias, donde los hombres debían competir por ver quién realizaba mejor trabajo que sus colegas? ¿Cruel, no es así? Deberían haber visto lo que ocurría cuando todos competíamos por realizar el trabajo lo peor posible. No existe medio más seguro para destruir a un hombre, que ponerlo en una situación en la que no sólo desee no mejorar, sino que, además, día tras día se esfuerza en cumplir peor sus obligaciones. Dicho sistema acaba con él mucho antes que la bebida o el ocio, o el vivir haciendo malabares para tener una existencia digna. Pero no podíamos hacer otra cosa, estábamos condenados a la impotencia. La acusación que más temíamos era la de resultar sospechosos de capacidad o diligencia. La habilidad era como una hipoteca insalvable sobre uno mismo. ¿Para qué teníamos que trabajar? Sabíamos que el salario básico se nos entregaría del mismo modo, trabajáramos o no, recibiríamos la ‘asignación para casa y comida’, como se la llamaba, y más allá de eso no había chances de recibir nada, sin importar el esfuerzo. No podíamos planear la compra de un traje nuevo para el año siguiente porque quizá nos entregarían una ‘asignación para vestimenta’, o quizá no. Dependía de si alguien no se rompía una pierna, necesitaba una operación o traía al mundo más niños, y si no había dinero suficiente para adquirir ropas nuevas para todos, no lo habría para nadie.

"Recuerdo a cierto hombre que había trabajado duramente toda su vida porque siempre había querido que su hijo fuera a la universidad. Bueno, el muchacho terminó la secundaria durante el segundo año del plan, pero ‘la familia’ no quiso entregar al padre ninguna asignación para que siguiera sus estudios. Dijeron que su hijo no podía ir a la universidad hasta que hubiera suficiente dinero para que los hijos de todos pudieran hacerlo. El padre murió al año siguiente en una riña de bar. Una pelea sobre nada en particular, en la que salieron a relucir navajas. Ese tipo de altercados se estaban haciendo muy frecuentes entre nosotros.

"También, había un viejo viudo y sin familia que tenía una afición: los discos fonográficos. Creo que era todo cuanto pudo desear conseguir de la vida. En otros tiempos solía ahorrar en comida para poder comprar algún disco nuevo de música clásica. Pues bien: no le dieron "asignación" para discos por considerarlo ‘un lujo personal’ pero durante esa misma reunión, una niña fea y desagradable, de ocho años, llamada Millie Bush, que era la hija de alguno, consiguió que votaran para comprarle un par de aparatos de oro para sus dientes, porque se trataba de una ‘necesidad médica’ según el psicólogo que consideró que sino se enderezaban sus dientes, la niña tendría un complejo de inferioridad. El viejo amante de la música se dio a la bebida, hasta tal punto que rara vez lo veíamos sobrio. Pero había algo que no podía olvidar. Cierta noche, mientras se tambaleaba por una calle, vio a Millie Bush y empezó a darle puñetazos hasta dejarla sin un diente, ni uno solo.

"La bebida era lo único que nos proporcionaba algún consuelo y todos nos volcamos a ella en mayor o menor grado. No pregunte de dónde sacábamos el dinero. Cuando todos los placeres decentes quedan prohibidos, existen siempre medios para llegar a los vicios. No se entra a robar a un bar durante la noche ni se registran los bolsillos de un compañero para comprar sinfonías clásicas o adquirir accesorios de pesca, pero sí para emborracharse y olvidar. ¿Accesorios de pesca? ¿Escopetas de caza? ¿Cámaras fotográficas? No existían asignaciones para ese tipo de pasatiempos. La ‘diversión’ fue lo primero que quedó descartado.

"¿Es que acaso no se supone que uno debe avergonzarse por cuestionar cuando alguien nos pide que dejemos algo que nos da placer? Hasta nuestra ‘asignación para cigarrillos’ quedó reducida a dos paquetes mensuales, porque, según dijeron, el dinero debía usarse para comprar leche para los niños. La producción de niños fue la única que no disminuyó, sino que, por el contrario, se hizo cada vez mayor. La gente no tenía otra cosa que hacer y, por otra parte, no tenían por qué preocuparse, ya que los niños no eran una carga para ellos, sino para ‘la familia’. En realidad, la mejor posibilidad para obtener un respiro durante algún tiempo, era una ‘asignación infantil’, o una enfermedad grave.

"Pronto nos dimos cuenta de cómo funcionaba aquello. Quien quisiera jugar limpio, tenía que privarse de todo, perder el gusto por los placeres, aborrecer fumar o masticar chicle, preocupado de que hubiese alguien que necesitara más esas monedas. Sentía vergüenza de la comida que tragaba, preguntándose quién la habría pagado con sus horas extras, pues sabía que esa comida no era suya por derecho propio y prefería ser engañado antes que engañar. Podía aprovecharse, pero no hasta el punto de chupar la sangre de otro. No se casaba ni ayudaba en sus hogares para no ser una nueva carga para ‘la familia’. Además, si conservaba cierto sentido de la responsabilidad, no podía casarse y tener hijos, puesto que no le era posible planear, prometer, ni contar con nada. Pero los desorientados y los irresponsables se aprovecharon. Trajeron niños al mundo, se casaron, y trajeron consigo a todos los indignos parientes que tenían en todo el país, y a cada hermana soltera que quedaba embarazada y con el fin de obtener ‘asignaciones por incapacidad’, contrajeron más enfermedades de las que cualquier médico podía atender, arruinaron sus ropas, sus muebles y sus casas, pero ¡qué importaba!: ‘la familia’ pagaba todo. Así, encontraron más modos de tener ‘necesidades’ que los que nadie hubiera podido imaginar, desarrollaron una habilidad especial para eso, la única habilidad que mostraban.

"¡Por Dios, señora! ¿Se da cuenta de lo que sucedió? Se nos había dado una ley con la cual vivir y que llamaban ley moral, que castigaba a quienes la cumplían. Cuanto más tratábamos de vivir de acuerdo con esa ley, más sufríamos y cuando más la burlábamos, mayores recompensas obteníamos. La honestidad era una herramienta entregada a la deshonestidad ajena. Los honestos pagaban, mientras los deshonestos cobraban. El honesto perdía y el deshonesto ganaba. ¿Cuánto tiempo puede un ser humano permanecer bueno con semejante ley? Éramos un buen grupo de personas decentes al principio. No había demasiados oportunistas entre nosotros. Conocíamos bien nuestra tarea, nos sentíamos orgullosos de ella, y trabajábamos para la mejor fábrica del país, propiedad del viejo Starnes, que sólo admitía en su plantel a los más selectos obreros. Al cabo de un año del nuevo plan, no quedaba entre nosotros ni una sola persona decente. Aquello era maldad, la clase de maldad horrible e infernal con la que los predicadores solían asustarnos, pero que uno nunca imaginamos que existiera. No es que el plan haya incentivado a algunos cuantos bastardos, sino que transformó a la gente decente en cretinos, sin que se pudiera obrar de otra manera... ¡y a eso llamaban ideal moral!

"¿Para qué habríamos de desear trabajar? ¿Por amor a nuestros hermanos? ¿Qué hermanos? ¿Para los aprovechadores, los sinvergüenzas, los holgazanes que veíamos a nuestro alrededor? Si eran simuladores o incompetentes, si no querían trabajar o estaban incapacitados para hacerlo, ¿qué nos importaba a nosotros? Si quedábamos reducidos para toda la vida al nivel de su capacidad, fingida o real, ¿para qué preocuparnos? No teníamos manera de saber cuáles eran sus verdaderas condiciones, carecíamos de medios para controlar sus necesidades. Lo único que se sabía era que estábamos convertidos en bestias de carga, luchando ciegamente, en un lugar que era mitad hospital, mitad almacén, sin marchar hacia ningún objetivo, excepto la incompetencia, el desastre y las enfermedades. Éramos bestias colocadas allí como instrumentos de aquél que quisiera satisfacer las necesidades de otro.

"¿Amor fraternal? Fue allí cuando aprendimos a aborrecer a nuestros hermanos por primera vez en la vida. Los odiábamos por todas las comidas que ingerían, por los pequeños placeres que disfrutaban, por la nueva camisa de uno, el sombrero de la esposa de otro, una salida familiar, o la pintura de la casa, porque todo eso nos era quitado a nosotros, era pagado con nuestras privaciones, nuestras renuncias y nuestro hambre. Empezamos a espiarnos unos a otros, con la esperanza de sorprendernos en alguna mentira acerca de nuestras necesidades y disminuir las asignaciones en la próxima reunión. Y empezamos a servirnos de espías, que informaban acerca de los demás, revelando, por ejemplo, si alguien había comido pavo el domingo, posiblemente pagado con el producto de apuestas. Empezamos a meternos en las vidas ajenas, provocamos peleas familiares para lograr la expulsión de algún intruso. Cada vez que veíamos a alguno saliendo en serio con una chica, le hacíamos la vida imposible, y así arruinamos numerosos compromisos matrimoniales, porque no queríamos que nadie se casara, no queríamos más gente a la que alimentar.

"En los viejos tiempos, el nacimiento de un niño era celebrado con entusiasmo y generalmente ayudábamos a las familias a pagar sus facturas de la clínica si estaban apretadas. Pero luego, cuando nacía un niño, estábamos varias semanas sin dirigirle la palabra a sus padres. Para nosotros, los niños eran como las langostas para los agricultores. En otras épocas ayudábamos a quien tuviera enfermos en su casa, pero luego... Voy a contarle un solo caso. Se trataba de la madre de un hombre que llevaba con nosotros quince años. Era una anciana afable, alegre e inteligente, que nos llamaba por nuestros nombres de pila, y con la que todos solíamos simpatizar. Un día se cayó por la escalera del sótano, y se fracturó la cadera. Sabíamos lo que eso significaba, a su edad, y el médico dijo que tenía que ser internada en un hospital de la ciudad para someterla a un tratamiento costoso y prolongado. La anciana murió la noche antes de ser traslada a la ciudad para su internación. Nunca se pudo establecer la causa de su fallecimiento. No sé si fue asesinada, nadie lo dijo, nadie hablaba del tema. Todo cuanto sé es que... y esto es lo que no puedo olvidar... es que yo también deseé que muriera. ¡Que Dios nos perdone! Tal era la hermandad, la seguridad, la abundancia que se suponía que el famoso plan nos iba a brindar.

"¿Qué motivo había para que se predicara esta clase de horror? ¿Sacó alguien algún provecho de todo esto? Sí, los herederos de Starnes. No vaya usted a contestarme que sacrificaron una fortuna y que nos entregaron la fábrica como regalo, porque también en esto nos engañaron. Es verdad que entregaron la fábrica, pero los beneficios, señora, dependen de aquello que se quiere conseguir. Y no había dinero en el mundo que pudiese comprar lo que los herederos de Starnes buscaban porque el dinero es demasiado limpio e inocente para tal cosa.

"El más joven, Eric Starnes, era un sometido, sin valor ni energía para hacer nada en especial. Resultó electo director del departamento de Relaciones Públicas que no hacía nada y tenía a sus órdenes a un personal ocioso, por lo cual no tenía por qué quedarse en la oficina. Su paga, en realidad no debería llamarla así, porque no se ‘pagaba’ a nadie... la limosna que se votó para él, era muy modesta, algo así como diez veces mayor que la mía, pero a Eric no le importaba el dinero, porque no hubiera sabido qué hacer con él. Pasaba el tiempo entre nosotros, demostrándonos su compañerismo y su espíritu democrático. Le encantaba que la gente le demostrase afecto. Su mayor empeño consistía en recordarnos a cada instante que nos habían dado la fábrica. Ya no podíamos soportarlo.

"Gerald Starnes era nuestro director de producción. Nunca pudimos averiguar la medida de su rastrillaje de ganancias, pero hubiéramos necesitado todo un equipo de contadores y otro de ingenieros para saber de qué modo todo aquel dinero pasaba por una tubería directa o indirectamente a su despacho. Sin embargo, nada figuraba como beneficio particular, sino como medios con los que pagar los gastos de la compañía. Gerald tenía tres automóviles, cuatro secretarias y cinco teléfonos, y solía organizar fiestas con champán y caviar, que ningún gran magnate que pagara impuestos en el país podía permitirse. Gastó más dinero en un año que el que ganó su padre en los dos últimos de su vida. En su despacho encontramos unos cuarenta kilos de revistas, llenas de artículos sobre nuestra fábrica y nuestro noble plan, con grandes retratos de Gerald Starnes, en los que se lo mencionaba como un ‘gran paladín social’. Por la noche le gustaba entrar en las tiendas vestido de etiqueta, con gemelos de brillantes, del tamaño de monedas, desparramando la ceniza de su puro por doquier. Un bruto con plata que no tiene otra cosa que exhibir aparte de su dinero, ya es un tipo desagradable, pero al menos no necesita mostrar que el dinero es suyo y uno puede contemplarlo con la boca abierta si lo desea. Pero cuando un bastardo como Gerald Starnes se exhibe de ese modo y declara una y otra vez que no le preocupa la riqueza material y que sólo sirve a ‘la familia’, que todos aquellos lujos no son para él sino en beneficio del bien común porque es preciso mantener el prestigio de la firma y del noble plan de la misma... entonces es cuando uno aprende a aborrecer a esos seres como nunca se ha aborrecido a ningún ser humano.

"Pero su hermana Ivy era peor. A ella realmente no le importaba la riqueza material. La asignación que recibía no era mayor que la nuestra, y siempre iba con zapatos chatos y faldas simples y camisas, con el fin de demostrar su indiferencia. Era directora de Distribución, a cargo de nuestras necesidades, la que, en realidad, nos tenía agarrados del cuello. Se suponía que la distribución se realizaba por votación, por la voz de la gente, pero cuando la gente son seis mil voces roncas que tratan de decidir sin ningún criterio, medida o razón, cuando no existen reglas y cada uno puede pedir lo que quiera sin tener derecho a nada, cuando cada cual ejerce el derecho sobre la vida ajena pero no sobre la suya, todo acaba como efectivamente terminó: Ivy Starnes acabó siendo la voz del pueblo. Al finalizar el segundo año, abandonamos aquella farsa de las ‘reuniones de familia para proteger la eficacia productora y economizar tiempo’, que solían durar diez días, y todas las peticiones fueron enviadas directamente a la oficina de la señorita Starnes. No, no eran enviadas. Mejor dicho, cada peticionante en persona debía presentarse allí y ella elaboraba una lista de distribución que nos leía en una reunión que duraba tres cuartos de hora. Luego votábamos. Había diez minutos para la discusión y las objeciones, pero no formulábamos ninguna, para ese tiempo ya nos habíamos dado cuenta. Nadie puede dividir la renta de una fábrica entre miles de obreros, sin una norma con que medir el valor de la gente. La de la señorita Ivy era la adulación a su persona. ¿Desinteresada? En los tiempos de su padre todo su dinero no le hubiera permitido hablar al tipo más bajo de su empresa en el modo como ella solía hablarles a nuestros más hábiles obreros y a sus esposas. Tenía unos ojos pálidos, vidriosos, fríos y muertos. Si se quería conocer la maldad absoluta, bastaba con observar cómo resplandecían sus ojos cuando alguien le respondía a un cuestionamiento para entonces ya no recibir más que la "asignación básica". Al observar aquello, comprendíamos el motivo real de quienes fueran capaces de apreciar la consigna: ‘De cada cual según su capacidad; a cada cual según sus necesidades’.

"Allí residía el secreto de todo. Al principio no dejaba de preguntarme cómo era posible que hombres educados, justos y famosos, pudieran cometer un error semejante y presentar como buena tal abominación, cuando cinco minutos de reflexión les hubieran indicado lo que sucedería en caso de que alguien pusiera en práctica semejante idea. Ahora comprendo que no obraron así por error, porque errores de este tamaño no se cometen nunca inocentemente. Cuando alguien se hunde en alguna forma de locura, imposible de llevar a la práctica con buenos resultados, sin que exista, además, razón que la explique, es porque tiene motivos que no quiere revelar. Y nosotros no éramos tampoco tan inocentes cuando votamos a favor del plan, en la primera reunión. No lo hicimos sólo porque creyéramos que la vieja y empalagosa farsa que nos presentaban fuera buena. Teníamos otro motivo, pero la farsa nos ayudó a ocultarlo de nuestros vecinos y de nosotros mismos. La farsa nos daba una posibilidad de hacer pasar como virtud algo de lo que nos hubiéramos avergonzado. Ninguno votó sin pensar que dentro de una organización de tal clase participaría en los beneficios de quienes eran más hábiles que él. Nadie se consideró lo bastante rico y listo para no creer que alguien lo sobrepasaría, y este plan lo participaría de la riqueza y la inteligencia ajenas. Pero pensando conseguir beneficios de quienes estaban por encima, olvidamos que había seres inferiores, que buscaban lo mismo de nosotros, olvidamos a los inferiores que tratarían de explotarnos del mismo modo que cada uno intentaría explotar a sus superiores. El obrero impulsado por la idea de que sus necesidades le daban derecho a un automóvil como el de su jefe, olvidó que todo pordiosero y vagabundo de la tierra empezaría a exigir un refrigerador como el del obrero. Ése fue nuestro motivo real cuando votamos. Tal es la verdad pero no nos gustaba reconocerlo y cuanto más lo lamentábamos, más alto gritábamos nuestro amor hacia el bien común.

"Conseguimos lo que nos habíamos propuesto, pero cuando nos dimos cuenta de lo que aquello representaba, ya era demasiado tarde. Estábamos atrapados, sin lugar adónde huir. Los mejores de entre nosotros abandonaron la fábrica en la primera semana del plan. Así perdimos a los mejores ingenieros, supervisores, capataces y obreros especializados. Todo el que se respete no quiere verse convertido en vaca lechera de la comunidad. Algunos intentaron impedir el proyecto, pero no lo consiguieron. Los hombres huían de la fábrica como de una zona infectada, hasta que no quedaron más que los necesitados, sin habilidad ni condiciones.

"Si algunos de nosotros, dotados de ciertas cualidades, optamos por quedarnos, fue porque llevábamos allí muchos años. En los viejos tiempos, nadie renunciaba a Twentieth Century y no podíamos hacernos a la idea de que aquellas condiciones ya no existieran más. Transcurrido algún tiempo, nos fue imposible marcharnos, porque ningún otro empresario nos habría admitido, y no se los puede culpar. Nadie, ninguna persona respetable, quería tratar con nosotros. Los dueños de las tiendas donde comprábamos empezaron a abandonar Starnesville a toda prisa, hasta que no nos quedaron más que los bares, las salas de juego y algunos comerciantes estafadores y aprovechadores, que nos vendían bazofia a precios exorbitantes. Nuestras asignaciones fueron perdiendo valor a medida que aumentaba el costo de vida. En la empresa, la lista de los necesitados se fue estirando, al tiempo que la de sus clientes se acortaba. Cada vez era menor la riqueza a dividir entre más y más gente. En los viejos tiempos solía decirse que Twentieth Century Motors era una marca tan buena como el oro. No sé qué pensarían los herederos de Starnes si es que pensaban algo, pero tengo la impresión de que, igual que todos los planificadores sociales y los salvajes insensatos, estaban convencidos de que aquella marca era en sí misma una especie de emblema mágico dotado de un poder sobrenatural que los mantendría ricos, igual que a su padre. Pero cuando nuestros clientes empezaron a notar que nunca lográbamos entregar un pedido a tiempo, y que siempre había algún defecto en los que entregábamos, el mágico emblema empezó a operar en sentido inverso: la gente no aceptaba un motor marca Twentieth Century ni regalado. Llegó un momento en que nuestros únicos clientes fueron los que nunca pagaban ni pensaban hacerlo, pero Gerald Starnes, embrutecido y engreído por su propia publicidad, empezó a ir de un lado a otro con aire de superioridad moral, exigiendo que los empresarios nos pasaran pedidos, no porque nuestros motores fueran buenos, sino porque necesitábamos esos pedidos urgentemente.

"Por aquel entonces, una ciudad fue testigo de lo que generaciones de profesores pretendieron no observar. ¿Qué beneficios podría reportar nuestra necesidad a una central eléctrica, por ejemplo, si sus generadores se paraban a causa de un defecto en nuestros motores? ¿Qué beneficio reportaría a un hombre tendido en una camilla de operaciones, si, de pronto, se le cortara la luz? ¿Qué bien haría a los pasajeros de un avión si el motor fallaba en pleno vuelo? Y si adquirían nuestros productos no por su calidad sino por nuestra necesidad, ¿la acción moral del propietario de la central eléctrica, del cirujano y del fabricante del avión sería buena, justa y noble?

"Sin embargo, tal era la ley moral que profesores, directivos y pensadores habían querido establecer. Si esto fue lo que ocurrió en una pequeña ciudad donde todos nos conocíamos, ¿imagina lo que hubiera sido a escala mundial? ¿Imagina lo que hubiera ocurrido si hubiéramos tenido que vivir y trabajar, sujetos a todos los desastres y a todos los inconvenientes del planeta? Trabajar pensando en que si alguien fallaba en cualquier lugar, era uno quien debería pagarlo. Trabajar sin posibilidad alguna de progreso, con la comida, la ropa, el hogar y las distracciones pendientes de una estafa, una crisis de hambre o una peste en cualquier lugar del mundo. Trabajar sin posibilidades de una ración extra, hasta que los camboyanos tuvieran alimento suficiente o hasta que todos los patagónicos hubieran ido a la universidad. Trabajar con un cheque en blanco, en poder de cada criatura nacida, hombres a los que nunca vería, cuyas necesidades no conocería, cuya laboriosidad, pereza o mala fe nunca podría llegar a aprender o cuestionar. Tan sólo trabajar, trabajar y trabajar, dejando que las Ivys o los Geralds del mundo decidieran qué estómagos habrían de consumir el esfuerzo, los sueños y los días de su vida. ¿Es ésta la ley moral a aceptar? ¿Es éste un ideal moral?

"Lo intentamos y aprendimos la lección. Nuestra agonía duró cuatro años, desde la primera reunión hasta la última, y todo terminó del único modo que podía terminar: en la quiebra. Durante la última reunión, Ivy Starnes fue la única que intentó forcejear un poco. Pronunció un corto, desagradable y agresivo discurso en el que dijo que el plan había fracasado porque el resto del país no lo había aceptado, que una sola comunidad no podía llevarlo a la práctica y triunfar en medio de un mundo egoísta y avaro; que el plan era un ideal noble, pero que la naturaleza humana no estaba a su altura. Un joven, el mismo que había sido castigado por habernos dado una idea útil durante el primer año, se puso de pie, mientras todos seguíamos sentados en silencio, y se dirigió a Ivy Starnes, que ocupaba el estrado. No dijo nada, sino que la escupió en la cara. Y ése fue el fin del noble plan de Twentieth Century.

viernes, mayo 14, 2010

Entra el Juez, sale la persona: Baltasar Garzón



¿Por qué se le escapaban las lágrimas?

¿Por arrepentimiento o por alegría de verse apoyado por sus compañeros?

No lo sé. Pero la escena es entrañable, y da señales de despedida.

Toda la reacción que ha habido en parte de la población española alentada por los sindicatos, partidos políticos y asociaciones de "memoría histórica" para defender a este Juez se basa en que el denunciante es el partido Falange y el sindicato Manos Limpias.

Todos los socialistas y demás ciudadanos de España se han dedicado a apoyar a un Juez con tres causas abiertas de diferente naturaleza en lugar de protestar al Gobierno y hacer autocritica por los 5 millones de parados que tenemos en España.

Que a una persona española le denuncien por tres causas distintas, que el Tribunal Supremo de España las haya aceptad y que lo hayan suspendido en base a Derecho, lo llamen victoria del Fascismo Español; esto es para pararse a pensar en que Estado de Derecho vivimos...y en cual viven los que no quieren que Baltasar Garzón sea juzgado y que no se esclarezcan los hechos.


***
Pero oyendo gritar a los manifestantes ¡Bravo, bravo! se pone de manifiesto que se están perdiendo las costumbres españolas. Tanto antitaurino suelto afecta a la lengua española, donde esté un grito de ¡Torero, Torero! que se quite lo demás.

PD: El ciudadano Baltasar Garzón es muy dado a dejarse ver en la barrera de la Plaza de Toros de las Ventas para ver corridas de toros. (información para despistados)

miércoles, mayo 12, 2010

Novedades de la Crisis y una noticia que no sale

¿Sale en El País, en la Sexta o en la SER?



No.

¿Por qué?

Pues, ¿por qué van a sacar a unos artista en contra de la CUBA de Fidel?

Oye, ¿quién congeló la subida del sueldo de los funcionarios en el 96?

Pues no recuerdo.

Sí, el presidente anterior, el del bigote, me lo criticabas ayer firmemente. Bueno, ¿quién ha prometido, obligado, a bajar un 5% los sueldos en el 2010?

Pues nuestro Presidente en un acto de responsabilidad de Estado.

Ah, ya, ZP "el antipatriota" y vidente de la crisis.

martes, mayo 11, 2010

Ya sabemos porqué el Rey se fue a Barcelona a operarse.


Para poder decir que la sanidad pública española es muy buena.
Y es que mucho se había especulado sobre la operación que se la ha prácticado a nuestro Rey en el pulmón: ¿qué es lo que tenía? ¿desde cuándo estaba malo?¿dónde estaba la Familia Real?¿por qué una clínica en Barcelona y no una de Madrid?

Ya recibió el alta médica de la clínica de Barcelona, y lo que dijo al salir fue que "en España debemos estar orgullosos de la sanidad pública que tenemos, tanto en Cataluña como en Madrid"

1.- Tenía que elogiar a la sanidad pública y justificar su existencia.
2.- Tenía que operarse en Barcelona para demostrar que la sanidad catalana es tan buena como la madrileña.

¿O no?

Pues no todo está tan claro, porque ¿qué pasaría si en lugar de en una clínica pública se hubiera operado en una clínica privada fraudulenta?

Ya las cosas no serían tan claras y podríamos empezar con las conspiraciones judeo...y todo lo demás. Los hechos son los que arrojan los datos para analizar y tomar una postura sobre el tema, y en este asunto, los hechos presentados no coinciden del todo con la realidad. Pregunten a la sección sindical de la CGT de la Clínica a ver que opina...

lunes, mayo 10, 2010

Editorial del City A.M. de Londres antes las elecciones del Reino Unido

Declaración de intenciones del City A.M., el popular diario gratuito de negocios de la City de Londres, escrito por Allister Heath, editor jefe del periódico ante las elecciones del Reino Unido:

    ¿Quién merece las riendas del poder? City A.M. está orgulloso de ser un diario independiente, pero eso no significa que no tengamos valores o una visión del mundo. Nosotros apoyamos la City, la comunidad financiera y de negocios de Londres, el capitalismo, el crecimiento económico, el trabajo duro, los impuestos bajos y una economía de libre mercado real sin corporativismo, rescates y prebendas.

    Debe permitirse a las buenas empresas amasar ingentes beneficios (y guardarlos); y a las malas, dejar que quiebren. Tanto el éxito como el fracaso deben ser privatizados. Nostros apoyamos la meritocracia, que cualquier persona, sea cual sea su origen, creencias o sexo, pueda progresar en la vida. Igualmente queremos una sociedad compasiva, donde los más adinerados echen una mano a los que no pueden cuidar de sí mismos.

    La superación personal, la empresarialidad, la creación de trabajo y el progreso solo pueden darse en un clima de libertad individual, tolerancia hacia las diferencias de los demás, libertad económica y gobierno limitado. Defendemos el internacionalismo, el libre comercio, la apertura cultural y el compromiso global, pero rechazamos las burocracias globales y despreciamos los movimientos totalitarios.

    Nos gusta la competición y los mercados abiertos, y nos disgustan los monopolios, los cárteles y los privilegios otorgados por el Estado. Favorecemos el conocimiento, la erudición, la ciencia sólida y las políticas basadas en la realidad, y repudiamos la irracionalidad, la historia y el oscurantismo. En definitiva, somos liberales clásicos en la tradición de Adam Smith, David Hume, Ludwig von Mises y F. A. Hayek.


Publicado en Libertad Digital

Me ha encantado, pero del verbo encantar=hechizar.