Ya han pasado diez años desde esos fatídicos dos días, que acababan con la entrada de una camilla en el hospital con un joven a punto de morir.
A punto de morir a manos de asesinos de ETA, tras un ultimátum al Gobierno por su liberación. Un tiro en la nuca atado a un árbol, indefenso.
Cuarenta y ocho horas con decenas de personas en la calle, bajo un único deseo, y unidos en un sentimiento de rechazo a unos terroristas mostrándole las manos blancas de inocencia.
Hace diez años, España se unió ante unos inhumanos independentistas, surgió un sentido único de defensa de la democracia, de unidad de la Nación contra los asesinos.
En aquellos días yo contaba con 8 años, y hoy volviendo a ver las imágenes, he sentido el erizamiento de mi pelo y el corazón encogido por la barbarie de la sinrazón.
Animo a la familia que se mantiene firme, delante de la ignorancia, la pasividad y el odio.
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