A la mañana siguiente, casi sin darse cuenta, le salió un bulto sobre la parte superior de tu cascarón. Pasadas unas horas, consciente de que aquello era una parte de ella, empezó a tirar hacia arriba.
Su pequeño cerebro intentaba con éxito asimilar todas las nuevas sensaciones que le llegaban. Notaba como su cuerpo se estiraba hacía arriba, igual que pasó cuando necesitaba agua y creció con sus raíces. Poco a poco, el pequeño tallo alcanzaba la superficie de la tierra, Un estirón más y saldría a la nueva vida.
Cuando llegó el momento de romper la fina capa superficial, el Sol estaba en lo más alto. El tallo, cual periscopio para un submarino, le sirvió a la semilla para darle su segunda mayor alegría: descubrir que todo un mundo se le abría de nuevo en su vida.
Logro por fin, sentir el aire y el calor del Sol directamente; con una mirada a su alrededor se dio cuenta que unas especies también como ella crecían por doquier.
Se alegro tanto, ¡no estaba sola! ¡ hay seres vivos hermanos a ella!
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