Vida religiosa I

El domingo, en la misa del Conv. de los Capuchinos, habló una monja para pedir donativos y limosnas a la comunidad asistente. Estaban de paso por diferentes iglesias españolas para recaudar dinero para sus misiones en Sudamérica.
La hermana, con una soltura digna de un político pero la calidad digna de un académico, expresó emotivamente los problemas con los que se encontraba su congregación religiosa en México, Perú, y Chile. No es otro que la imposibilidad de aceptar más novicias en sus Casas por estar completas.
Me sorprendió y me chocó extraordinariamente, me dejó algo trastornado y por dentro comencé a atar cabos.
En Sudamérica tienen más de 120 novicias, y a muchas aspirantes en lista de espera, tienen pensado expandirse a Chile, abriendo otras misiones, y en México querían comprar un terreno para construir una escuela y otro noviciado. El problema en España es la falta de medios para que las religiosas sudamericanas que se han consagrado en España puedan volver a las misiones en sus países.
Comparándolo con el aumento de las críticas contra la Iglesia Católica en España, las escasas vocaciones sacerdotales, el descenso de los creyentes...Es toda una llamada de atención para la sociedad religiosa y seglar.
Primeramente, quiero destacar que no me sorprende el descenso del número de personas que se consideran creyentes, como ya he expuesto en artículos anteriores la sociedad vive sin importarle nada más que lo superficial, lo del día a día y lo fácil, ya que para creer en algo, hay que conocerse a si mismo primero y luego saber como plantearse la vida. Es decir, tiene que pensar.
Las sociedades hispanas siguen con la herencia que se le inculcó a sus primeras generaciones, mientras la Madre Patria la abandona por la evolución ideológica de sus ciudadanos.
La vida religiosa se ve allá como medio para darle sentido a la vida, Dios. Dar tu vida a los demás por medio de tu salida del camino de la sociedad civil. Acá, con la idea del "vive la vida", es casi incomprensible apartarse de la comodidad para planearse un futuro incierto, inseguro y con penalidades, por valores religiosos o morales.